De regreso a casa: el hijo prodigo y el amor incondicional de nuestro Padre.



En el viaje de la vida, todos enfrentamos encrucijadas. Caminos que se bifurcan y nos invitan a elegir. Pero, ¿qué sucede cuando el camino que elegimos nos lleva lejos de casa, lejos de aquello que en esencia somos?

La parábola del Hijo Pródigo, que Jesús comparte en Lucas 15:11-32, nos habla de un joven que, ansioso por vivir a su manera, toma su herencia y se va lejos de su padre. Este relato bíblico no solo nos habla de dinero y bienes materiales, sino también de la 'herencia' invaluable que cada generación pasa a la siguiente: la educación, los valores, la fe.

Imagina que esa 'herencia' es como un mapa que nuestros padres y mentores nos entregan, diseñado para ayudarnos a navegar por la vida. Pero, como el hijo pródigo, a veces decidimos aventurarnos fuera del camino marcado, fuera de la vida cristiana que se nos ha inculcado, convencidos de que sabemos lo mejor para nosotros. Malgastamos esa herencia, no en bienes, sino desatendiendo los valores del Reino de Dios, la educación y la fe que nos fueron confiados, pensando que la libertad se encuentra lejos de las 'restricciones' de nuestro hogar.

Imagina que esa 'herencia' es como un mapa que nuestros padres y mentores nos entregan, diseñado para ayudarnos a navegar por la vida. Pero, como el hijo pródigo, a veces decidimos aventurarnos fuera del camino marcado, fuera de la vida cristiana que se nos ha inculcado, convencidos de que sabemos lo mejor para nosotros. Malgastamos esa herencia, no en bienes, sino desatendiendo los valores del Reino de Dios, la educación y la fe que nos fueron confiados, pensando que la libertad se encuentra lejos de las 'restricciones' de nuestro hogar.


La belleza de esta parábola yace en el regreso del hijo a casa, reconociendo su error y volviendo a su padre, que lo recibe con brazos abiertos. De igual manera, Dios nos espera siempre, listo para celebrar nuestro regreso.

Para ti, joven lector, que quizás te sientas en ese camino lejano, recuerda: nunca es tarde para reconsiderar tus pasos, valorar la 'herencia' recibida, y volver al hogar, volver a Dios, quien con amor incondicional espera por ti.

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