"En Brazos del Pastor: La Parábola de la Oveja Perdida"


La parábola de la oveja perdida, tal como se relata en Lucas 15:3-7, nos ofrece una de las imágenes más tiernas y reveladoras del corazón de Dios hacia nosotros. Jesús utiliza esta historia simple pero profunda para ilustrar su amor incondicional, su incansable búsqueda y la alegría que encuentra en el arrepentimiento y el regreso de un pecador.

En esta parábola, Jesús se describe a sí mismo como el pastor que, al perder una de sus cien ovejas, deja las noventa y nueve en el desierto para buscar la perdida hasta encontrarla. Al hallarla, la carga sobre sus hombros, regresando con alegría, e invita a sus amigos y vecinos a celebrar con él.

El Amor que Busca

Esta imagen del pastor que busca incansablemente a la oveja perdida nos habla del amor de Dios que nos busca dondequiera que estemos. No importa cuán lejos hayamos errado o cuán profundo pensemos que hemos caído, el amor de Dios es más profundo aún. Su amor no es pasivo; es un amor que toma la iniciativa, que sale a buscarnos.

El Perdón que Restaura

Al encontrar la oveja perdida, el pastor la carga sobre sus hombros. No hay regaño, no hay condenación, solo alegría por haberla encontrado. Esto nos habla del perdón de Dios, que no solo nos limpia de nuestros pecados, sino que también restaura nuestra relación con Él. Dios no nos devuelve a la manada a empujones; nos lleva de vuelta sobre sus propios hombros, cerca de su corazón.

La Sanación que Libera

La parábola también refleja cómo Jesús sana nuestras heridas. Al igual que la oveja perdida, podemos estar heridos por nuestras propias decisiones o por las circunstancias de la vida. Pero el toque sanador de Jesús restaura nuestras almas, curando las heridas y liberándonos para vivir la vida en su plenitud.

La Alegría que Comparte

Finalmente, Jesús habla de la alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente. Nuestro regreso a Dios es motivo de gran celebración. Esto nos recuerda que no estamos solos en nuestro viaje de fe; somos parte de una comunidad celestial que se regocija con nuestro regreso.

La parábola de la oveja perdida nos asegura que, sin importar lo perdidos que estemos, Jesús está siempre listo para buscarnos, perdonarnos, limpiarnos y sanar nuestras heridas. Nos invita a confiar en su amor que nunca nos abandona y a encontrar nuestro lugar en sus brazos amorosos, donde encontramos verdadero descanso y alegría.


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